La de anoche fue seguramente la gala más sorpresiva de todas las que he visto hasta ahora de Gran Hermano. Y en este caso, por suerte, se trató de algo que vale la pena repasar. Desde el comienzo de la semana ya se venía mencionando la posibilidad de un complot entre Emanuel, Jonatan, Natalí y la eterna abonada a la conspiración, Solange, apuntado contra chicos del bando con el que están enfrentados. La tucumana parece indiferente a la presencia de las cámaras en los espejos y a la de los micrófonos que, literalmente, están colgados de su pecho. Y en el infame día 13 del año, el karma le pasó factura. Ni siquiera importó que don Big salliera por los altoparlantes, recordando que estaba "prohibido complotar". Difícil averiguar qué le pasa por la cabeza a esta chica (podría conformarme con decir que es muy linda, pero de verdad le quiero dar una oportunidad). Solange votó tercera, dos votos para Gisele y uno para Luz. Natalí por su parte, entró undécima al confesionario e hizo la misma elección. Tanto coquetar con lo prohibido al final le pasó factura a la morocha, que, en un momento digno de Homero (el griego, no el padre de Bart), vio como castigaban a su amiga mientras ella se salvaba. Ambas fueron sancionadas por el complot con la pérdidas de sus votos pero Natalí cosechó su cuota de nominaciones, que la terminaron dejando en placa. Luz también llegó, cortesía de sus enemigos de la casa y el impredecible Cristian U volvió a autonominarse. Quedaron tres a merced del público, que este domingo volverá a bajarle el pulgar a uno de ellos. Larga vida al voto telefónico.
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